Otra vez.
Vuelve a golpear. Y duele.
Pero seguimos, soñando hondo y respirando fuerte.
Soportamos el dolor, vencemos los miedos, y entonces, arrojamos lejos lo que ya no hiere.
En ese orden.
Porque los golpes se aguantan, se superan y se devuelven.
Nos agarramos a la vida, transformamos la prisa en risa, y así la brisa llega y dejamos atrás el frío de un invierno que no quiere marcharse.
Sonreímos. Aguantamos.
Un paso más.
Aguantamos. Sonreímos.