Cuando las tormentas de otros te salpican se acaban convirtiendo en tus propias tormentas. Y te vuelves cielo enfurecido, viento sin rumbo.
Pero hay quien sabe llover y ser mar en calma a la vez.
A veces la lluvia termina en sequía, y otras, te inunda el alma.
Y te da sed.
Sed de ser. De sentir. De vivir.
Vivir.
Hoy llueve, pero la primavera está por llegar.